“¿Quién es Eder González? De la piña que me pegó me hizo olvidar hasta de su nombre”. Juan Martín Coggi inicia el diálogo con LG Deportiva con una broma. El ex campeón mundial atiende el teléfono mostrando su lado más amable y cortés; lejos de ese depredador implacable en el que se transformaba cada vez que subía a un cuadrilátero y que le permitió llevar la bandera argentina hasta lo más alto del boxeo mundial. “Somos así, estamos chipeados. Los boxeadores sólo pensamos en pelear”, afirma.
Se muestra feliz de tener un contacto, aunque sea telefónico, con Tucumán. “Ahí tengo una parte importante de mi historia”, enfatiza “Látigo”, que no tiene problemas en contar detalles de la tan histórica como polémica defensa del título del 17 de diciembre de 1993, en el estadio Defensores de Villa Luján.
Aquella calurosa noche, el estadio semejaba ser una caldera. Más de 6.000 tucumanos se habían congregado para ver una nueva defensa de Coggi como campeón welter junior de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB). El colombiano González había aparecido como una desconocida amenaza, pero nadie dudaba de que el santafesino iba a superarla. “En los dos primeros rounds lo dominé claramente. Hasta lo mandé a la lona. Pero cometí un error que casi me cuesta el título”, confiesa, más tranquilo y aplomado por el paso de los años. “Él estaba casi nocaut, pero yo me equivoqué. En lugar de hacer el amague y el paso atrás antes de tirar el golpe, fui de lleno y me pegó una tremenda trompada en el mentón. Caí y no me acuerdo mucho más”, confiesa intentando rearmar en su cabeza una película que, aunque pasaron poco más de 26 años, continúa incompleta. “Hay dos o tres rounds de los que no me acuerdo absolutamente nada. Después de esa piña, sólo recuerdo que me senté en el rincón y que Osvaldo Rivero se me acercó diciéndome que quería parar la pelea. Le respondí que si la paraba, le arrancaba la cabeza”, revela.
Coggi cayó tendido en la lona y no reaccionaba. Hubo gritos desesperados de la multitud que veía al campeón derrumbarse. “Látigo” intentaba recuperar la vertical, pero sus piernas no podían seguir las órdenes que le enviaba el cerebro. En ese momento entró en escena Isidro Rodríguez, el juez venezolano que hizo eterno el conteo. “Llegó hasta 30”, blanqueó en 2014 Rivero, que aquella noche estuvo sentado en el ring-side, al lado del gobernador Ramón Bautista Ortega. “Le pedía a ‘Palito’ que me dijera dónde estaba la llave de la luz porque quería apagarla y me contestó: ‘estás loco, vamos todos presos si hacés eso’”, agregó el promotor en aquella entrevista.
Estaba todo dado para que Rodríguez decretara el final del combate. Coggi no podía pararse -Luis Spada, socio de Rivero, lo sostenía del pantalón para evitar que se desplomara- y la derrota parecía estar al caer. “Para colmo faltaba un minuto y medio para el final del round y González se le iba al humo. Ahí nomás le grité al timekeeper que lo diera por terminado”, agregó más detalles Rivero. La campana sonó, pero unos segundos antes González ya había lanzado un golpe furtivo. Sin embargo había más; Spada, colgado en un rincón, desvió con su mano el derechazo que pintaba como el desenlace de la lucha. “Estaba en otro mundo, no entendía nada”, le jura Coggi a LG Deportiva.
Los descansos luego de los asaltos posteriores superaron largamente el minuto reglamentario. Así, entre esas licencias y la falta de astucia de González, le permitieron al campeón volver en sí. “Él no estaba preparado para ser campeón mundial y no es que esté agrandado, ¿eh? Pero a un campeón no se le puede escapar alguien que está en ese estado”, sentencia.
En el quinto round, “Látigo” volvió a meterse en la pelea. Con el ojo izquierdo inflamado, comenzó a intercambiar golpe por golpe ante un González al que se le había pasado el cuarto de hora y parecía desorientado. Así, en el séptimo Coggi lanzó una recto seco que sacudió al colombiano. Y, sin resistencia, le propinó varios golpes más antes de dejarlo tirado en la lona. El conteo de Rodríguez fue más acelerado y de corrido que cuando Coggi había caído; sin embargo González intentó seguir pero fue su entrenador y manager, Ricardo Sánchez Atocha, quien saltó al cuadrilátero para detener la increíble pelea.
“Hubo trampa; sí, pero yo no sabía nada”, admite “Látigo”, que nunca más volvió a hablar del tema con Rivero, quien años más tarde se adjudicó el triunfo con un contundente: “me atribuyo todo lo que se hizo en esa pelea”. “¿Para qué voy a hablar si fue evidente? Lo vio todo el mundo. Igualmente son esas licencias que siempre tienen los campeones cuando defienden el título de local”, aclara.
“Más allá de todo lo que sucedió esa noche siempre tomé esa pelea como una más de mi carrera. Todas fueron iguales para mí”, remata el campeón antes de la despedida. “Quiero mandarle un beso grande a todos los tucumanos y en especial a la familia Bevacqua de Tafí Viejo, que nos trató de maravillas cuando estuvimos por allí”, destaca el campeón que estuvo al borde del abismo en nuestra provincia, pero que gracias a algunos factores externos y a su pesada mano pudo retener un cinturón que parecía perdido.